Viaje a la capital de la violencia

Avatar Redaccion | January 12, 2015 97 Views 0 Likes 0 Ratings

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Este artículo fue publicado originalmente en el diario español El Mundo el 07/01/2015

“El cadáver de un hombre fue encontrado en un solar baldío contiguo a la colonia Lomas de San Juan, en el sector El Carmen de San Pedro Sula. La víctima fue hallada con la cabeza tapada y amarrada con un costal y con un cuchillo incrustado en su pecho”, rezaba hace unos días un frío artículo en un diario de Honduras. Pocos allí se escandalizarán, a pesar de lo crudo de las líneas: la violencia se ha convertido en algo cotidiano para los habitantes de la ciudad más peligrosa del mundo fuera de las zonas de guerra, con una tasa de 187 asesinatos por cada 100.000 habitantes.

“El miedo entre la gente es muy notable”, explica a EL MUNDO Magda Laínez, coordinadora de un proyecto de prevención de violencia de Cáritas en el municipio. “Los pobladores están expuestos a que en cualquier momento se dé algún enfrentamiento entre pandillas y salgan perjudicadas personas inocentes sin importar donde estén, ya sea en iglesias, escuelas o incluso en la propia casa”, lamenta.

San Pedro Sula es la segunda ciudad por población de Honduras. Tiene poco más de un millón de habitantes -oficialmente unos 750.000- y se vanagloria de ser el centro industrial y comercial del país. En sus calles se produjeron el año pasado 1.411 homicidios con el sello de las bandas criminales hondureñas. Casi cuatro al día, según la ONG mexicana Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública, elaboradora del funesto ranking. Las siguientes en la lista son Caracas y Acapulco.

Laínez sabe lo que es vivir con la amenaza de la muerte a sus espaldas: “un sicario se acercó a informarme de que tienen estudiados todos mis movimientos y saben dónde y cómo ubicarme en el momento que yo esté tratando de ponerlos mal en cualquiera de las actividades que realice”, relata.

Parte de la violencia es espoleada por las pandillas juveniles relacionadas con el narcotráfico. En Honduras operan la Calle 18 y la mara Salvatrucha, además de otras organizaciones locales. Originarias en EEUU, llegaron a Centroamérica en la pasada década después de un proceso de deportación de algunos de sus miembros más peligrosos. En el país también operan cárteles de la droga -se calcula que el 80% de la cocaína que viaja hacia el norte hace parada en Honduras- y proliferan las armas sin control.

“La violencia en San Pedro Sula viene en aumento desde el 2007 y se profundizó en el 2009, cuando la forzada salida del Presidente Zelaya ocasionó un colapso institucional y el vacío de poder legitimado abrió la puerta para el crecimiento del crimen organizado. Esa puerta, junto con un sistema judicial débil, forzó a que las personas solucionaran sus problemas por la vía de la violencia”, analiza Guillermo Peña, de la ONG contra la violencia Eléutera. Su abuelo fue secuestrado y asesinado en 2002, aún después de haber pagado el rescate. Destaca la situación de tensión en el municipio: “El miedo hace que la gente vaya del hogar al trabajo y de regreso a encerrarse en su casa, rompiendo el tejido social“, apunta. Hasta esa vuelta al hogar es tensa, por la extorsión generalizada en el transporte público: “Tenemos temor a subirnos en un vehículo, por si el taxista está asociado con un delincuente o van a matar al chófer o al cobrador del bus”, comenta también Laínez.

Quien puede pagarse seguridad privada disfruta de más tranquilidad: “Se estima que en las empresas entre el 4 % y el 8% del ingreso se destina a seguridad. Eliminando el problema de inseguridad sin cambiar nada más, se sumaría entre un 2% y un 3% al crecimiento económico”, elucubra Peña.

Muchos optan por la vigilancia privada ante el descrédito de las fuerzas del orden: “La policía es una gran parte del problema, tiene mucho vínculo con el crimen organizado y la confianza en ella es casi nula, aunque no es el único culpable. El presidente Lobo pasó 23 reformas al sistema de seguridad y ahora estamos empezando a ver los frutos. Las estadísticas dicen que ya empezaron a reducirse la violencia y los homicidios”, destaca.

También se apunta a la falta de justicia: “No se legisla como se debería, y cuando se legisla, esas leyes no se cumplen”, comenta Laínez. Y señala a las autoridades: “Son ellas mismas quienes delatan a los que denuncian la violencia y producen el silencio por el que opta la población para no poner en riesgo su vida”.

Los expertos tienen en cuenta, asimismo, el factor demográfico: “La gente se desplaza de sus lugares de origen en busca de oportunidades y el narcotráfico es visto como factor de solución a la pobreza que se vive en cada barrio”, subraya Peña.

Esa migración a la urbe influye en los números: “La realidad es que la ciudad ha crecido y somos más de un millón de habitantes. Estamos a la espera de una actualización de nuestro censo y sabemos que no merecemos ese título”, explica Armando Calidonio, alcalde conservador de la ciudad. Él ve el vaso medio lleno y dice que las políticas de su Gobierno han ayudado a recuperar tranquilidad.

Muchos siguen llegando a San Pedro Sula, pero otros se van.Cientos de sampedranos han emprendido el camino a EEUU en los últimos años. La desintegración familiar también influye en el aumento de la violencia. Donde la mayoría ve sólo sombras, unos pocos ven parte de la solución: “ponerle fin a la guerra contra las drogas debe ser el principal camino para terminar con la fuente de financiamiento del crimen organizado. Nunca terminará ese problema si no es poniéndole fin a la prohibición. Es un caso de vida o muerte, no de moralidad”, según Peña.

Hoy volverá a la cama en la ciudad más peligrosa del mundo, capital de la violencia del país más peligroso del mundo fuera de las zonas en guerra. Cuatro personas perderán su vida en San Pedro Sula en las siguientes 24 horas.


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