Qué difícil es ser liberal…
Qué difícil es ser liberal…
Por Luis Chávez, emprendedor y caricaturista de crítica social.
Ya no sólo se trata de la natural disposición de los demócratas a convivir y crecer entre el disenso; ya no sólo se trata de asumir sin excusas las prácticas democráticas que por su naturaleza son más complicadas que el pensamiento único o las decisiones unilaterales; ya no sólo se trata de apostarle a la libertad en un mundo que malentiende este principio y lo confunde con libertinaje; ya no sólo se trata de tener una visión ulterior y siempre abogar por lo que produce más beneficios a más personas; ya no sólo se trata de justificar la libre empresa en el entendido que implica la libertad para que cualquiera empiece de cero y cree y desarrolle su propia prosperidad…
Siempre ha sido más difícil ser liberal que conservador; el conservador se aferra a lo conocido, el liberal le apuesta al avance en lo ignoto; el conservador descansa en la seguridad de la tradición y se la apropia, el liberal despliega el pensamiento y escudriña nuevos caminos; el conservador acepta “el designio” que divide todo en afortunados y desafortunados y compensa con endebles puentes de caridad, el liberal celebra la inteligencia y el empuje individual y lo promueve con motores de solidaridad.
Pero ahora, en la coyuntura específica que vive Honduras en este momento, ser liberal se ha vuelto doblemente difícil debido a enquistados problemas que nacieron en las entrañas del partido que representa, o debería representar, a los libre pensadores y amenaza con ser la principal razón que lo reduzca a su mínima expresión.
Partiendo del hecho incontestable de que de los 600 mil liberales que votaron en las elecciones generales pasadas, la mayoría son gente de bien y con deseos de que Honduras progrese, intentaré enumerar los factores de riesgo para los liberales capaces, inteligentes y con voluntad de hacer algo bueno por el país que se mantienen al margen de la institución, rumiando desconfianza y decepción por el partido.
Lo primero es hablar de líderes que, aunque efectivamente siguen siendo líderes, no lo son para bien ni del partido ni del país; aglutinan “seguidores” y viejas formas de hacer política en donde los favores son la moneda de cambio y sus ecosistemas sobreviven gracias al expolio de terceros y explotación de las bases. Es una tarea hercúlea intentar sembrar nuevos y buenos liderazgos entre una maleza acostumbrada a aplaudir “discursos” y figuras que le significan empleos, provisiones o dinero o entre cacicazgos que poco entienden de inclusión y oportunidades.
¿Cómo defender las actuaciones indefendibles de diputados entre los que están los abiertamente contrarios a los intereses del país, pero además se encuentran camuflados los que negocian de forma más sutil y encima aprecian y respaldan el statu quo del partido que les asegura posiciones y bendiciones de “los dueños” del liberalismo catracho?
Sin olvidar a los que tras su ruidosa militancia esconden un pensamiento y actuación fanáticas contra las libertades que propugna el liberalismo y que en el fondo son conservadores que de desearlo cabrían sin rechazo en el partido rival tradicional.
Inmediatamente abajo encontramos una clase de liberales preparados y, tal vez con buenas intenciones, pero que involucrados en el engranaje del partido se desviven por lavarles la cara a los líderes y representantes y justificar acciones, incluso vergonzosas, con el fin de “proteger al partido” cuando esa actitud es contraproducente. Viven el dilema constante de serle fiel al partido (no tanto a los ideales sino a los hombres) o tomar distancia de esa dirigencia con crítica constructiva pero decidida en pos de una renovación urgente. Es fácil ser acusado de desleal si uno osa acciones contra “hermanos liberales”.
Por allí andan también, y aquí hay que meter incluso a diputados y altos líderes, quienes no saben qué significa SER LIBERAL. Abanderan sin criterio la enseña rojo, blanco y rojo pero ignoran los más elementales principios del liberalismo y viven alejados de sus preceptos. Aquí habría que instaurar una capacitación agresiva (sí, incluso a los líderes) para que una vez enfrentados con lo que creían ser y lo que son, se separe el polvo de la paja y decidan o convertirse o mudarse.
Finalmente, duele encontrar entre las bases un clientelismo político brutal que aplaude y vitorea al movimiento o al líder que más generoso se porte con sus necesidades específicas. Este fenómeno se da en todos los partidos, pero para casi todos eso es una ventaja que hay que explotar. Son monedas de oro las personas que trabajan por convicción y objetivo de aportarle los mejores hombres y mujeres al país para su dirección, pero al ser silenciosos cuesta un mundo encontrarlos e identificarlos con la causa y el compromiso.
Un camino para alcanzar el poder y beneficiar a todos los hondureños se antoja más difícil desde el Partido Liberal que desde cualquier otro partido. Es muy difícil ser liberal ahora cuando primero toca luchar adentro, no contra otras corrientes y otras propuestas, sino contra claros enemigos del partido y sus ideales, dispuestos a lo que sea con tal de mantener sus cuotas de poder aunque en el camino permitan dictaduras o cualquier otra ominosa negociación. El peligro que corremos como liberales, tal vez nunca había sido más amenazante.
No se trata del peligro de que desaparezcan los liberales de pensamiento y accionar, puesto que incluso en el caso de que la institución llamada Partido Liberal desapareciera como tal -por algún tipo de hecatombe- el pensamiento liberal, sus principios y quienes creemos en ello, seguiremos abogando por la libertad de acción, pensamiento, empresa, religión, educación como máximo impulsor de la prosperidad, siempre y cuando vaya aunada a la solidaridad y a la lucha frontal contra los enemigos del desarrollo, ampliamente tipificados en la ley.
Pero no queda más remedio, si aspiramos a tener un partido de verdaderos liberales, llevando al gobierno los preceptos de la libertad en beneficio de todos, que recorrer el camino hacia adentro y luchar contra la corriente arriba mencionada para salir renovados en busca de renovar al país.
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Written by Redaccion
Herlin Perdomo
December 29, 2015 at 12:05 am
El ser emprendedor no es exclusivo de los liberales, todo lo contrario, históricamente se han caracterizado por ser un partido con tendencia a fomentar los “proyectos sociales ” no abonan de ninguna forma el emprendedurismo, los emprendedores no necesariamente somos políticos liberales o conservadores, somos seres de libre pensamiento, sin ataduras ideológicas ni dependientes de las dádivas de los gobiernos, los emprendedores somos los que en realidad llevamos la carga del país.
Hector
January 15, 2016 at 9:53 am
@Herlin Perdomo:
Su comentario es tan desmenuzable como la inocencia de sus pensamientos. No hay cosa mas facil que debatir con alguien que mira todo a través de un lente de absolutos. Acierta (como cualquier quinceañero) al decir que se puede ser emprendedor y a la vez tener una orientación política. Excelente análisis.
De veras me complace ver a un emprendedor tan satsifecho con si mismo. Eso sí, no se le pasen las palmaditas en el hombro. Dos caras de la misma moneda definitivamente; el Gobierno los joroba sin fin, y algunos les deben su existencia al mismo gobierno. Algunos crean empleo y crecimiento económico, y otros solo ensanchan la brecha entre pobre y rico.
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