No le pongamos muros al liberalismo

Avatar Redaccion | November 9, 2015 138 Views 0 Likes 0 Ratings

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 No le pongamos muros al liberalismo

Por Elena Toledo

Cada aniversario de la caída del Muro de Berlín se vuelve un momento de reflexión y revisión para los liberales. En especial en estos tiempos cuando vemos signos claros de apertura a la libertad, ¿estamos siendo realmente “evangelizadores” de ese liberalismo transformador que tanto predicamos?

Hay muchas maneras de ver esta ideología. Algunos optan por verle de una manera académica: portando como hoja de vida las teorías de los primeros precursores. Otros lo ven como un medio de analizar la economía y unos tantos como una forma de presentar la política. Pero algunos, por nuestra experiencia, lo hemos adoptado como un estilo de vida.

Desde varios años atrás, he estado involucrada en temas de país, teniendo una línea de pensamiento clara y regida por la libertad del individuo. Anteriormente, había buscado ubicar mis ideas en varios espacios sin tener éxito, incluso en la institución política que se autodenomina liberal en Honduras. Sin embargo, en poco tiempo descubrí que tampoco terminaba de embonar allí.

Fue hasta que tuve un acercamiento con Fundación Eléutera a inicios del 2014, que comprendí cuál era mi situación: soy liberal por naturaleza. En octubre de ese mismo año, cuando asistí a la Conferencia Latinoamericana de Estudiantes por la Libertad, sentí que esa era mi casa. Sin tener el sustento de la academia, sentí que me estaban hablando en mi idioma, que mis ideas eran comprendidas y aceptadas, que por fin había encontrado las raíces de mi forma de pensar y ser.

En ese momento se presentó otro reto: ubicar mis empíricas ideas dentro de las tantas opciones que el liberalismo ofrece, que van desde promover  un aparato estatal reducido, tanto en su tamaño como en sus acciones y decisiones sobre el actuar del individuo, hasta el no querer que haya Gobierno.

Los liberales en todos los momentos nos encontramos debatiendo entre nosotros sobre cuál será la mejor postura para abordar los temas económicos, sociales, políticos, legales sin que esta irrumpa en la libertad del individuo. Entre tanto ir y venir, conocer diferentes posturas, he descubierto el liberalismo que no quiero.

  1. El liberalismo que intenta colocar a quienes sostenemos esta ideología como “los elegidos”, pretendiendo asumir que nuestra forma de ver las cosas está por sobre cualquier otra. Esta postura no la apoyo, pues contrasta abiertamente con los principios de diálogo y libertad de todos los individuos (no solo quienes comulgamos con Ludwig von Mises).

  2. Por otro lado existe el liberalismo excluyente, que no permite opiniones diferentes. Ese liberalismo que se vuelve igual o más aplastante que el totalitarismo que tanto criticamos, yo lo rechazo. Desde su nariz, el liberalismo excluyente impone sus académicas ideas a quienes le rodean y distorsiona la libertad, convirtiéndola en egoísmo.

  3. Finalmente, el liberalismo de pedestal. Ese que pretende que la gente llegue a el. Pretende ser atractivo por si mismo, sin hacer un esfuerzo de acceder a la gente que lo vive sin reconocerlo como ideología. María Blanco lo señala de forma acertada en su libro Tribus Liberales: “Probablemente es la falta de empatía de muchos hombres, en gran medida, que explica el sonoro fracaso de los libertarios o liberales a la hora de difundir la defensa de la libertad”. Ese liberalismo que puede ser tan distante como soberbio y teórico, no lo quiero.

Sé que estos son vicios que toda ideología tiene y que de pronto hasta yo misma puedo tenerlos en mayor o menor medida. Se trata de reconocerlos, de no dejar que se conviertan en el mayor obstáculo para que otros comprendan este estilo de vida y lo quieran adoptar también.

No solo prediquemos libertad, sino que practiquemos libertad en los ambientes en que nos desenvolvemos. De tal manera que, más que indicar que se lea la teoría, hagamos que el liberalismo se comprenda desde nuestras actitudes, tolerancia, apertura al diálogo y respeto a la libertad de los demás, incluso de elegir otras ideologías, así sean opuestas a la nuestra.

No le pongamos muros al liberalismo; al contrario, derrumbemos cada obstáculo para permitir que más individuos conozcan lo maravilloso que se siente vivir sin la pesada carga de divisionismos, ideas radicales y sesgos egoístas.

En cada paso que demos en la construcción de una sociedad más libre, recordemos las palabras del expresidente Ronald Reagan: “Derriba ese muro” y convirtámonos en puentes que den a conocer con su coherencia de vida la libertad que tanto necesita hacerse sentir en este mundo.


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