“Ni estudiar, ni trabajar… A mi lo que me gusta es robar”
“No se moleste en buscarme un trabajo o donde estudie, a mi no me gusta ni estudiar ni trabajar, a mi lo que me gusta es robar”, me dijo Ramón mientras se fumaba un cigarro importado, vestía ropa de muy buena calidad y tenía aroma a perfume de buen gusto.
No, no estoy hablando de un adulto, Ramón era en ese entonces un niño de 12 años a quien con un grupo de compañeros de la universidad buscabamos ayudar porque a esa corta edad estaba ya involucrado en robo de vehículos con bandas del crimen organizado del sector en donde vivía al este de San Pedro Sula.
Ramón me contó que por “abrir un carro” le pagaban L.2,500 en ese entonces que hoy facilmente equivalen a poco menos del doble. Una cantidad que claramente no iba a poder obtener en las actividades que con mis compañeros le ofrecíamos y el estudio para él era una “perdida de tiempo”.
Las palabras de Ramón me acompañan desde hace más de 12 años, porque fueron tan claras y a la vez tan llenas de convicción a su destino, que envuelven la de muchos menores más que por diferentes circunstancias han abandonado sus estudios para dedicar se a actividades que les reditúen en el muy corto plazo, así sean estas ilícitas.
Hace más de una década que sostuve esta conversación con este niño que es el reflejo de todo lo que está fallando en el sistema tanto de gobierno como social, sin embargo, es realmente preocupante lo que podría estar pasando en el barrio de Ramón en el 2021 luego de un año y medio de pandemia, con niveles históricos de deserción escolar, desempleo, y sin una solución a corto plazo y efectiva de retornar a las aulas de clases.
Una generación perdida
Del 2020 al 2021 la diferencia de ingresos es importante al registrarse en el presente año alrededor de 700,000 menos. Esta cifra ha venido en descenso en los últimos años, pero en el último año fue su baja más significativa debido principalmente a situación económica de los padres o tutores al haber sido afectados por los más de 400,000 empleos perdidos durante la pandemia sin sumar los estragos de los huracanes Eta e Iota en noviembre del 2021.
Según datos divulgados por el Observatorio Universitario de la Educación Nacional e Internacional de la Universidad Pedagógica Nacional (UPNFM), de marzo a mayo del presente año, se han registrado 4,326 casos de abandono escolar, estos por migración, violencia o deserción.
De estos menores, el 50% lo hizo por deserción que incluye diferentes causas sin embargo ninguno fue por falta de interés en el estudio.
El otro 50% se divide en un 20% con el fin de emigrar y el 30% restante por desplazamiendo interno en el país ya sea por retorno a su lugar de origen, por violencia en donde residen o centro educativo.
- LEER MÁS: REPORTE: La brecha digital en Centroamérica y sus efectos en la virtualización de la educación
Estos datos nos dan un panorama poco alentador de la situación que tantos menores están viviendo y suma sentido a los altos niveles de desplazamiento que se están registrando al exterior del país de menores acompañados y no acompañados reportado por el Observatorio de Migraciones de Fundación Eléutera en febrero del presente año.
La Secretaría de Educación mantiene opacidad en los datos que emite, ya que según su sistema un estudiante está activo si se matriculó al inicio del año escolcar, así este no se haya comunicado jamás con sus maestros, lo que lleva a una falsa imagen de estabilidad en el sistema educativo público.
Es importante destacar que la situación presentada es un promedio de lo que sucede a nivel nacional, sin embargo, las realidades de las grandes ciudades contrastadas con el área rural distan mucho, un ejemplo es que en el departamento de Cortés el abandono escolar es 17 veces superior al que registra el departamento de Valle, por ejemplo.
Sin soluciones efectivas
La preocupación no termina con las cifras anteriormente expuestas, sino que se agudiza la situación ya que la Secretaría de Educación no ofrece soluciones efectivas ni aterrizadas a la realidad de la población cuando según el estudio realizado por Fundación Eléutera relativo a la brecha digital en Honduras indica que el 81,2% de los estudiantes utilizan llamadas telefónicas como estrategia para “recibir sus clases”, mientras que solo el 14,6% lo hace por medio de plataformas virtuales como Zoom,Google, o Blackboard.
⭕ El problema de seguridad en las aulas de clase de #Honduras no es únicamente debido al #COVID19: #EscuelasSegurasYA
✅ LEER REPORTE: https://t.co/goU97vde9Y
🔶 #EscuelasAbiertasYA pic.twitter.com/FaLqRjGQ1K— Fundación Eléutera (@EleuteraHN) June 17, 2021
Por otro lado, tenemos la carente infraestructura de los más de 22 mil centros educativos públicos a nivel nacional, de los que 14,000 tienen problema de techo y paredes, 5,696 no cuentan con agua potable y 5,326 tiene problemas de saneamiento. Un retorno a clases en estas condiciones no fue seguro antes y menos ahora con la situación sanitaria derivada del COVID-19.
La historia de Ramón se multiplica
Actualmente, esas palabras y convicción que me manifestó Ramón en una calurosa tarde de 2008, seguramente se ha multiplicado en los últimos dos años, sin un sistema educativo a la altura de las necesidades de los estudiantes, con una sociedad cada vez más fragmentada por carencias económicas, falta de empleo, y una economía de sobrevivencia que se alimenta del 70% de informalidad.
Aunque este artículo se encuentre basado en datos, es muy importante que estos datos sean un norte para tomar desiciones, y no para deshumanizar la crisis que para mi tiene el nombre de Ramón, que a estas alturas no tengo certeza si aún vive, si es de las estadísticas de emigrantes, o crimen organizado, lo que sí sé es que como sociedad tenemos una gran deuda con él y todos los que sigan sus pasos.
Written by Elena Toledo