Maternidad con Propósito
Creo que en nuestra sociedad es común escuchar alguna versión de esto. En mi caso particular, mi papá, que ahora es una dulzura, me decía que les dijera a los chavos que tuvieran cuidado, porque él estaba “aprendiendo técnicas de despellejamiento vivo, y con dolor”. Una vez hasta se lo dijo a un amigo que llegó a mi casa para llevarme a una fiesta. No pasé ni un segundo sola, y estaba en mi casa media hora antes de la hora. Fue horrible.
Pero, ¿alguna vez nos hemos detenido a pensar en lo que significa esto para nuestras hijas? ¿Qué mensaje les estamos mandando?
No podemos pretender que, si les empezamos a decir éstas frases desde el día en que nacen, cuando llegue su momento en la adolescencia, en que más necesitan alguien que las aconseje, y las guíe, y las escuche y las ame de verdad, puedan ellas acudir a nosotros.
Estamos dándoles a nuestras hijas el mensaje que sus vidas nos pertenecen, como si fueran una princesa con estatus de tesoro guardado, sin derecho a tener sentimientos, ni vida propia. Estamos diciéndoles que no pueden confiar en nosotros para que las aconsejemos cuando tienen dudas. Estamos dándoles a entender que no pueden contar con nosotros porque tenemos unas ideas preconcebidas que no nos permiten aceptar su humanidad. Porque eso es exactamente lo que son. Son seres humanos con ideas y sentimientos propios, con sus anhelos, y sus ilusiones.
Creo que es tiempo de romper con tradiciones de un tiempo pasado, en que las niñas debían ser unas muñequitas de porcelana, sumisas, dedicadas a ser la niña perfecta que no es feliz, pero cumple con lo que sus padres le imponen. Es tiempo de darnos cuenta que éstas niñas son nuestro futuro, y lejos de dejarlas maniatadas emocionalmente, debemos darles la confianza de expresarse, de buscar su felicidad, de desarrollarse plenamente, de descubrir lo que las apasiona, y perseguirlo, de buscar el éxito emocional, espiritual, físico, profesional, para que sean personas completas, funcionales, correctas, respetuosas y de bien.
Todas nuestras hijas tienen en sus manos la capacidad de cambiar este país en el que vivimos. Si tan sólo las facultamos para que puedan hacerlo.
Démosle a nuestras hijas la oportunidad de saberse importantes, valiosas, y de tener la plena convicción que hay alguien que no sólo las ama, sino que las respeta, tanto sus ideas como sus sentimientos; que son personas que pueden verdaderamente hacer un impacto positivo a su alrededor, porque tienen mucho que aportar.
Así que, por lo menos en mi casa, cuando mis hijas quieran expresar alguna idea, algún sentimiento que me haga tragar gordo, haré precisamente eso. Me lo tragaré. Y voy a respetar lo que piensa y lo que siente. Desde hoy, que es una niña pequeña. Para que cuando sea adolescente sepa que, aunque no me guste la persona que le ilusiona, puede decírmelo, y voy a poder aconsejarla, y guiarla, y cuando sea un adulto, tenga la confianza en sí misma para defender sus convicciones, cualesquiera que sean.
Esto no significa que no voy a hablar con ella cuando no esté de acuerdo. Al contrario; voy a poder realmente hablar con ella, y expresarle mis preocupaciones, explicarle dónde veo que algo puede salir, mal o no funcionar. Pero ella va a saber que puede decirme lo que siente y lo que piensa, porque sabe que sus palabras no caen en oídos sordos.
Esto de ser padres, no sólo es enseñarles a comer con cubiertos, y a amarrarse los cordones, y a cepillarse los dientes. Esto de ser padres implica saber que nuestra interacción con esos pequeños seres humanos que amamos con locura, pero que muchas veces no entendemos no siempre van a ser pequeños. Tenemos que prepararlos para cuando ya no lo sean.
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