No señores, el COVID-19 no es lo que hace inseguras las aulas clases

Desde el 18 de marzo del 2020 en Honduras se paralizó, por decreto, la asistencia a las aulas de educación de todos los niveles tanto del sector público como privado. Desde los niños más pequeños hasta alumnos de post grado no han puesto un pie en los espacios pegagógicos en todos estos meses.

El Sistema Nacional de Gestión de Riesgos (SINAGER) argumenta que esta protección es porque los centros educativos no aseguran que no habrá contagio del COVID-19 tanto para alumnos como para docentes, sin embargo y en honor a la realidad histótica de Honduras, hay que decir que las aulas del sector público de educación son inseguras desde hace décadas y no desde que comenzó la crisis sanitaria por todos conocida.

¿Qué tal si hablamos de los centenares de centros escolares que no cuentan con servicios públicos como agua potable, aguas negras y/o energía eléctrica? ¿Serán espacios seguros y suficientemente higiénicos así como pedagógicos para que un individuo se eduque todos los días con o sin pandemia?

Seguimos, ¿Y qué tal el aforo de las aulas de clase? ¿Por qué tenemos espacios pedagógicos con más de 45 niños o jóvenes? Tómese en cuenta que en muchos de estos centros educativos especialmente en áreas rurales son multigrado (maestro que durante cinco horas atiende a dos o más grados de forma simultánea).

¿Sabía usted que el 64% de las escuelas en Honduras son Unidocentes? Lo que quiere decir que un solo docente atiende a todos los grados de forma simultánea. Este porcentaje se traduce en 4,576 centros educativos atendidos por un maestro solamente mismos que cada uno puede tener una carga de hasta 120 alumnos por profesor. ¿Pero seguimos creyendo que el COVID-19 es el problema?

Sigamos viendo cifras: Si hablamos de escuelas bidocentes (dos maestros) “el sistema registra unas 6,661 centros educativos, es decir, que solo hay dos docentes para primero, segundo, tercero, cuarto, quinto y sexto grado”, según reporte de la Universidad Nacional Autónoma publicado el pasado mes de febrero del 2020.

¿Y si mencionamos la inseguridad para los niños y docentes al ser muchas escuelas centros de almacenaje de armamentos, drogas y demás insumos de maras y pandillas? ¿Por qué no atender este problema de forma tajante también?

Lo antes mencionado es peligroso con o sin pandemia y con un impacto de por vida, ya que la atención que merece un estudiante difícilmente se puede brindar con aulas abarrotadas, sin las condiciones pedagógicas necesarias, y sin recursos didácticos para tender las individualidades de cada menor.

La crisis sanitaria derivada por el COVID-19 ha venido a desnudar de manera muy cruda las comorbilidades que tenía el sistema en Honduras en general, siendo uno de los más evidenciados el educativo. Pero lo peor es que el gobierno no solo ha evadido su responsabilidad sino que la ha transferido a los ciudadanos con el cierre de las instalaciones y casi haciéndolos sentir culpables por demandar clases presenciales.

Esta situación ya está pasando una factura muy alta a los niños y adolescentes con más pobreza, más emigración, más inseguridad, y claro, menos posibilidad de cerrar la brecha educativa que ya hay actualmente.

Mientras las autoridades de educación hablan de implementación de tecnologías, la realidad es que el 81,2% de los alumnos están recibiendo educación por medio de llamadas telefónicas de los padres con los maestros y el 74,8% lo hace por medio de grupos de WhatsApp, siendo solo el 14,2% quienes utilizan plataformas como Zoom para recibir clases.

Si hablamos de tiempos pre-pandemia, en el departamento de Choluteca por ejemplo, 164 escuelas son unidocentes y 283 bidocentes. ¿Vamos a seguir creyendo que el problema está en la “virtualidad” si la estructura que sostiene al sistema educativo no es lo suficientemente sólida?

Hemos visto como ha incrementado el flujo de menores no acompañados emigrando de Honduras de forma masiva, uno de los factores que han impulsado esta movilización ha sido la reunificación familiar ya que al no haber esperanzas de una educación medianamente digna en Honduras, los padres, abuelos, tíos, hermanos, consideran viable y apuestan por pagar el precio de un camino tan inseguro como es el de la ruta migrante, para poder asegurar que sus niños y adolescentes tendrán mejores opciones en Estados Unidos para educarse y prosperar.

No es cerrando centros educativos por medio de comunicados con un golpeado NO que se mejorará la situación, es haciendo lo pertinente para saldar la deuda histórica que los gobiernos han tenido con la población en materia no solo de calidad educativa que ya es inmensa, sino de cobertura e infraestructura que supera el 70%.

Siendo realistas, en un país como Honduras con altas carencias en infraestructura, con áreas a las que aún no llega la energía eléctrica, en las que hay que hacer una tarea titánica de educación a docentes, es difícil creer que se está “virtualizando” la educación. Nuestro país urge de medidas reales para brindar educación a nuestros niños y adolecentes,

¡ABRAN LAS ESCUELAS YA!, pero además, hay que dar soluciones reales a los niños y adolescentes que urgen de una educación efectiva, presencial y digna, porque el precio de no tenerla está y seguirá siendo muy alto mientras no se haga algo por poner un alto a este espiral de decadencia educativa.

En Fundación Eléutera exigimos:

#EscuelasAbiertasYA

UP